MI GRAN MARCHA MONTAÑERA
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Hace mucho tiempo, a la tierna edad de 15 años realicé junto a Eduardo Cuthbert y otros dos compañeros de equipo una impresionante ruta de 180 kilómetros que consistía en salir de Pola de Lena y ascender los puertos de San Isidro, Valdeteja, Cármenes y Pajares. La cantidad de horas de bicicleta que hicimos fue exagerada (aunque no lo recuerdo con exactitud). En el último puerto, Pajares, cada uno ya iba como podía. La única preocupación era finalizar lo más pronto posible aquella “masacre”. Pues bien, en esta ocasión, el día 26 de marzo de 2010 me propuse realizar una ruta similar en la que sustituía San Isidro por Vegarada. El resto, igual, aunque beneficiado por la mejora de las carreteras respecto al estado que presentaban en aquel verano de 1994.
Son las 9:48 (tranquilos, es la única hora exacta que recuerdo de todo el recorrido, ya que no hay libro de anotaciones) cuando inicio mi odisea particular. La temperatura es, en cierto modo, agradable, pero sopla un fuerte viento que me va a permitir desarrollar a bastante velocidad los primeros kilómetros. Es en esa primera parte donde uno se va cuestionando ciertas cosas: ¿Llegaré de día? ¿Para qué narices haré yo estas rutas? ¿Cuánto me quedará para volver? ¿Voy al límite o aún puedo aguantar más kilómetros, más subidas, más nieve, más frío?... Las respuestas, una a una, con el paso de los kilómetros van siendo respondidas… Cuando llego a Casomera saco mi libreta de altimetrías para ir anotando las características de la primera gran subida del día: Vegarada. Es una de esas ascensiones que tengo ganas de mostrar en mi blog. Un puerto tremendo, durísimo, largo, y que cuenta con la principal virtud de ser de paso, aunque como La Cubilla: pista de tierra por una vertiente y carretera por la otra. En este caso es la asturiana la que es de tierra, al contrario que el coloso lenense. Cuando llevo ya más de hora y media de intenso pedaleo (primera hora, más de 25 kms, con BTT y viento de cara por lo general) inicio la parte decisiva de la subida a este puerto, aunque entre Casomera y Rioaller se suceden por igual tramos de descenso con fuertes rampas, y todo ello aderezado por espectaculares paisajes como los de las Foces de Rioaller. Llueve, diluvia, cuando las atravieso… Y tras salir de ellas una impresionante rampa empieza a ponerme a prueba. Es el calentamiento para lo que se me va a venir encima en poco tiempo, pues en el mismo pueblo de Rioaller tengo que hacer verdaderos ejercicios de equilibrismo para ir venciendo a rampas, algunas en asfalto, algunas en hormigón, que sobrepasan ampliamente el 20%. Da igual, hoy estoy totalmente mentalizado para vencer a las dificultades de la carretera… Ya veremos, más arriba, si también, a las inclemencias meteorológicas… Cuando me introduzco de lleno en la arboleda que protege buena parte de la subida a Vegarada parece que el viento deja de soplar con tanta intensidad. Un ligero respiro, ya que llevo más de 30 kilómetros con aire “de cara”. Pero no hay tiempo para alegrarse pues la sucesión de muros de este puerto es más que descomunal. Todo ello se ve agravado por una pista que, a tramos, está bastante rota, con mucha piedra suelta… y mojada, para empeorarlo aún más. Cuando llego al Mayau Carbayalín, a más de 1000 metros de altitud, ya voy pensando que lo peor ha pasado. ¡Qué ingenuo! El espectáculo, tras pasar esta zona, es grandioso… Curvas de herradura, ventiscas, rampas del 20% cubiertas de nieve… ¿Para qué queremos más? Pero aún no he visto algo especial que me convenza de que hay que dar la vuelta. Tengo que continuar hasta la cima…y no hay otra solución… Cuando llego a la zona de los puertos de Vegarada, conjunto de cabañas ganaderas situadas en lo alto del puerto, hay tanta nieve que pierdo completamente la orientación, es decir, la pista que sigue hacia León. Dubitativo, continúo por uno de los caminos que, finalmente, es el correcto, que va a desembocar en el límite de Asturias con León. Allí en lo alto, cuando ya son las dos de la tarde (parece que voy a llegar de día), me paro durante 5 minutos. Craso error: en ese momento se me congelan los dedos y el descenso de Vegarada es terrible (al frío reinante se suman los pequeños copos de nieve que van adornado mi chaqueta de Altimetrias). Arribo en un bar, tras 10 kms de bajada, y soy incapaz de quitar el casco. Agarrotados los dedos, durante 15-20 minutos hago inútiles intentos hasta que al fin lo consigo. Dos cafés, una chocolatina,… Hay que avituallarse bien, pues al frío y la nieve se suman las dificultades orográficas del día. Aún tengo por delante las ascensiones a Valdeteja, Cármenes y Pajares. La subida al primero roza lo dantesco, pues, si bien la primera parte la voy solventando con suficiencia, es cerca de la cima cuando comienza a nevar. Pero es en momentos como ese cuando hay que echar el resto. No vale la pena lamentarse. Hace frío, vale. Está nevando, vale. Te queda poca bebida, vale. Te duele una rodilla, vale. ¿De qué sirve quejarse cuando estás a más de 60 kilómetros de casa y hay nieve por todas partes? ¿Acaso va a aparecer por aquí algún mago de una tonta película americana? No, aquí lo único que sirve es pedalear y concentrarse y regular el esfuerzo y echarle…eso.
Cuando llego a Cármenes empieza a salir tímidamente el sol y la recta con la que se inicia la penúltima ascensión se convierte en la “carretera al paraíso”. Ya no nieva, ni llueve, pero en el descenso mi velocidad se reduce bruscamente. Ahora, de nuevo, viento…”de cara”. El cúmulo de dificultades a superar hoy parece no tener fin. Pero esta última parte ya es más conocida para mí. Hace un año pasé varias veces por aquí en bici. La ascensión a Pajares la hago “tirando de la reserva”: con mi bidón bajo mínimos, sin comida, con la ropa mojada, con pequeños calambres,… El tramo de Busdongo a Pajares me parece más duro que la mismísima Cobertoria por Lena, esa ascensión que me he propuesto quemar este año. Vuelvo a tener viento “de cara” y las suaves rampas que había dibujado en el perfil altimétrico de mi blog se siguen incrementando…mentalmente. Cuando diviso el parador, ya adivino el fin…de las dificultades, tranquilos. Allí, a poco más de 25 kilómetros, de los que algo más de 13 son de puro descenso, vuelvo a repostar. Nunca viene mal un poco de Aquarius. El “refrito” que combino en mi bote es de los que tal vez dé positivo en algún control antidopaje (jeje): té frío + coca cola + aquarius. La bajada, con mucho tráfico, la hago, sin embargo, con comodidad. Con todo lo que he superado, las dificultades que pueda encontrar en este descenso ya son mínimas. Y tras más de 8 horas y media llego a Pola, aunque de pedaleo puro han sido 7 horas y 5 minutos para hacer poco más de 133 kilómetros. En el camino, 4 puertos: Vegarada, Valdeteja, Cármenes y Pajares.
Y tras esta ruta tocará…
El perfil de la ruta:
Ahora, la galería fotográfica de la ruta: