Puerto de la Lancha
-por el camino de Hoyo de Pinarejos-



Ávila está llena de puertos gigantescos donde se han escrito grandes páginas en la historia del ciclismo. Ahí están los Mijares, Serranillos, Navalmoral, el Pico, Peña Negra, Tremedal, Pedro Bernardo... A otro nivel el Mediano, puerto explosivo donde los haya, y el Hoyo de la Guija(alto del Carrascal). Pero hay más, muchos más, que conforman una provincia quebrada donde las haya, ideal para plantear excepcionales recorridos de media montaña, quien sabe en futuras Vueltas a España. A la espera de esos diseños, de esas etapas, no está de más planteárselas como cicloturista, adornando rutas con puertos increibles y desconocidos que se alejan de la imagen suave que en un principio tienen. Uno de ellos es el de La Lancha, ascensión que, atravesando la localidad de Hoyo de Pinares, y tomando el camino de Hoyo de Pinarejos, que arranca de un desvío en la carretera AV-562, lo convierten en un gigantesco coloso de casi 27 kilómetros con rampas que llegan al 23%.

Comenzamos la medición a la altura de un desvío en la carretera AV-562. No hay ninguna señal, ningún cartel indicador, con lo que conviene ir con "la lección aprendida" (pista de hormigón cercana al puente sobre el río Becedas). Inicio brusco, muy brusco, con rampas, en hormigón, como decimos, al 11% de máximo. Pero tras esta arrancada entramos en una fase más irregular, de "toboganes" y con algún descenso más pronunciado, todo ello por un paraje encantador, salvaje, con tráfico casi nulo. En el cuarto kilómetro salimos al asfalto (durante un kilómetro) y, poco después, llegamos a Hoyo de Pinares, localidad que llevamos un buen rato divisando desde lejos. Pero como si de un "olvido" se tratara acerca del lugar que hay que alcanzar, durante 500 metros la ascensión se convierte en un auténtico "muro" en donde las rampas se van al 23%, atravesando estrechas calles de Hoyo de Pinares. Tras este tramo salimos a la vía principal, primero, y luego a la carretera que proviene de Valdemaqueda, todo en pavés (para añadirle más dificultad...). Unos pocos metros más adelante, el cruce que nos indicq hacia Navalperal de Pinares (para seguir subiendo) o Cebreros (en bajada). La mayor dureza la encontramos en esa segunda fase, en esos dos kilómetros iniciales donde las pendientes oscilan entre el 6 y el 8% y cogemos bastante altura. Carretera serpenteante, arbolada a ratos, más despejada en otros (ratos) y que, de golpe se convierte en una sucesión de toboganes, una larguísima y tortuosa sucesión de rampas y bajadas que hacen difícil coger el ritmo. Porque eso es, sin duda, lo más duro de esta ascensión: la imposibilidad de mantener un ritmo constante que no nos machaque las piernas. A medida que nos acercamos a la CL-505 y a Navalperal de Pinares, la subida se irá haciendo más regular (sin bajadas), y la sensación de puerto aumentará a la salida de este pueblo, cuando se estrecha la carretera y el asfalto se torna algo rugoso. Más castigo aún, que puede incrementarse con el viento. No en vano, nos acercamos a un parque eólico, el que hay en la cima, aquel que surcamos hace un año camino de Navas del Marqués (tenéis el reportaje en la web). Y el puerto se hace definitivamente bello con grandes paellas, vistas impresionantes y rampas que dejan respirar, un buen premio para culminar, tras más de 26 kilómetros de ascenso irregular y una engañosa media, de poco más de un 3%.

 

Este es el perfil de la ascensión:




Y ahora unas imágenes:






Mapa de la subida en Google Maps: