Once upon a time in Galibier

  
En el verano de 1993 el Tour de Francia se planteaba como un duelo entre los dos dominadores de las grandes vueltas en los últimos tiempos: Indurain y Rominger. Lo cierto es que el suizo lo pasó mal en las primeras etapas, perdiendo tiempo ya antes de la primera crono larga (qué tiempos) y la montaña. La primera etapa alpina se disputó a una velocidad altísima en la primera hora, antes del Glandon. Luego se subía Telegraphe y Galibier, para concluir en Serre Chevalier, tras una bajada trepidante. Fue la primera vez que pude ver ese puerto por televisión, y fue la primera y única vez que Pedro Delgado, el ganador del Tour de 1988, lo ascendió en la carrera francesa. El mismo Pedro Delgado que hace unos días señalaba que las etapas ahora tienen una distancia de juveniles, remarcando la falta de dureza en los puertos de paso...


Fue algo que me sorprendió, aunque si nos atenemos a las etapas de montaña de los Tours de los 80 y 90 puede llegar a entenderse. De aquellas larguísimas jornadas de alta montaña a las que te enganchabas ya desde primera hora de la mañana, primero en la radio (bendito SuperGarcía) y luego en la tele (cuánto te echamos de menos, Pedro González), a las repetitivas jornadas montañosas de un modelo de ciclismo que ni por asomo tiene que ver con el de otros tiempos: sí, antes también había etapas cortas de montaña, pero combinadas con cronos y maratones de alta montaña...


FUENTE: Bettini photo

No podemos, sin embargo, despreciar todo y considerar que todo tiempo pasado fue mejor. Hace ocho años, en el Tour 2011, aquella carrera que transitaba controlada por el equipo Europcar y un líder francés (Voeckler), vivió una de las jornadas históricas. Una jornada histórica de las de verdad:  atacando a 60 kilómetros de meta, en pleno ascenso del Izoard;  ayudándote de los gregarios para ampliar la ventaja (después) y para endurecer la carrera (antes), y venciendo en el Galibier, nada más y nada menos. Todo lo que un aspirante a ciclista sueña desde pequeño, todo lo que cualquier escalador espera realizar un día,... Agnello, Izoard y Galibier, ahí es nada.
Todavía recuerdo la mala prensa que tenía Andy Schleck por estos lares. Somos tan entendidos...



FUENTE: Laurent Cipriani/AP

Por detrás, otro corredor vilipendiado aquí, campeón del Mundo en 2009, con podiums en las tres grandes vueltas por etapas y victorias de etapa tan espectaculares como la de Montalcino en el Giro 2010, sabía que había llegado su Tour y su momento. Cadel Evans "cargó desarrollo" camino del Lautaret (primero) y el Galibier (después) en la tarde del 21 de julio de 2011 cuando las fuerzas escaseaban en el pelotón y el miedo se apoderaba del grupo. Tanta valentía con ataques a 200 metros de meta en puertos de rampas imposibles, en cuestas efímeras, pero en el momento de la verdad, en uno de los escenarios más maravillosos del ciclismo, con historia ciclista en cada rincón, dos corredores escribieron la mejor etapa de montaña de los últimos tiempos.







Arriba tenéis dos vídeos muy similares: Evans, cargado de razones, "cargándose" al pelotón.



EL EXTRAORDINARIO ENLAZADO DE LOS 2000 METROS
A lo largo de la historia del Tour de Francia se han sucedido diseños de etapa similares al de la etapa 18  de esta edición de 2019. En 1986, cuando Bernard Hinault y toda Francia (supongo) alentaba a su ídolo para lograr el Sexto, tuvo lugar el impresionante enlazado de Vars, Izoard y Granon (que no se ha vuelto a subir). Un diseño muy parecido al de esta ocasión, puesto que antes de los tres colosos se incluyó, también, el "tercera"  Demoiselles. Eduardo Chozas se llevó aquella etapa y la General sufrió un vuelco, puesto que Hinault perdió el liderato (y más de 3 minutos), colocándose como líder Greg Lemond, su compañero de equipo.


FUENTE: Hemeroteca Mundo Deportivo

Uno de los mayores "marathones" ciclistas en la historia reciente del Tour de Francia, la Draguignan-Briançon del año 2000 (la etapa se acercó a las 8 horas de duración para el vencedor, el colombiano Santiago Botero), encadenó Allos, Vars e Izoard, tres puertos de más de 2000 metros, en un diseño todavía más parecido, por aquello del final en bajada, al de la etapa de este 2019.


FUENTE: sportsillustrated.com


La etapa de este 2019 alcanza los 208 kilómetros y un desnivel por encima de los 5000 metros, en donde es, ya sin dudas, el mejor diseño montañoso de este año, tras el recorte sufrido en la etapa del Giro en la que se ascendía el Gavia (más de 220 kilómetros y un desnivel próximo a los 5500 metros) y por encima de la etapa reina de la Vuelta (la Arenas de San Pedro-Plataforma de Gredos, con 189 kilómetros y 4800 metros de desnivel):



Pero lo más particular de esta jornada, más allá de esos números de kilometraje y desnivel acumulado, es el paso por tres puertos de más de 2000 metros de altitud, con la incidencia, lógica, de la altura, sumada a la dureza propia de los puertos...


¿Sería posible algo similar en la Vuelta a España, en la península al menos? Pues sí. Entre las provincias de Granada y Almería hay varias ascensiones con más de 2000 metros de altitud, transitadas en escasísimas ocasiones por nuestra ronda. Una etapa similar, con tres puertos de más de 2000 metros, y final abajo, también, podría ser ésta que os indico aquí abajo, pasando La Ragua, Escúllar y Calar Alto, y final en Gergal, localidad que cada año acoge la  dura Marcha Cicloturista "Las 4 Cimas":




Pero una etapa de estas dimensiones supone un giro casi copernicano en las pretensiones de la organización: dar realce a los grandes puertos de paso peninsulares, proporcionar un escenario adecuado a los grandes escaladores, aquellos que escriben la historia a muchos kilómetros de meta, como en el Izoard o en el Galibier...