Luis Ocaña, 25 años después

  
Era jueves y todavía no me había recuperado del golpe de realidad que, con brusquedad, le habían infringido a mi Barça. Era el día después de la final de Atenas, aquella que iba a coronar al mejor equipo de la época, y que sirvió para dar una lección de vida: del éxtasis de una cuarta Liga ganada en el último minuto del último partido a la tristeza de una derrota inapelable en cuatro días. Del todo a la nada... En las portadas de los periódicos salía Clemente, a punto de dar la lista para el Mundial de Estados Unidos, y aquella maldita final. Pero a la noche, en el telediario, todas aquellas cosas de resultados deportivos dejaron de tener tanta importancia. Luis Ocaña se había suicidado. Un ciclista que había visto en vídeos y del que me había hablado mi padre varias veces. Ocaña, aquel que coincidió con Merckx y Tarangu; aquel que había visto en blanco y negro, tirado en el suelo, llorando...; aquel que soltó a Merckx "silba ahora que puedes; llegarán días en que no podrás hacerlo; yo me encargaré de que esos días lleguen"; aquel cuyas imágenes de distintas épocas llevaba asociadas a la voz de Pedro González; aquel que había nacido en un pequeño pueblo de Cuenca y cuya familia emigró a Francia huyendo de la pobreza. Había tantas cosas alrededor de ese personaje que siempre lo he tenido como uno de mis ídolos deportivos, a pesar de no haberlo visto nunca competir, y en cuanto tuve ocasión quise hacer mi pequeño homenaje cicloturista y, también, en la web, visitando Priego, ese rincón de Cuenca donde nació Luis Ocaña, el ciclista que se fue hoy hace 25 años.