39x28 ALTIMETRÍAS
Luis Ocaña, 25 años después
Era
jueves y todavía no me había recuperado del golpe de realidad que, con
brusquedad, le habían infringido a mi Barça. Era el día después de la
final de Atenas, aquella que iba a coronar al mejor equipo de la época,
y que sirvió para dar una lección de vida: del éxtasis de una cuarta
Liga ganada en el último minuto del último partido a la tristeza de una
derrota inapelable en cuatro días. Del todo a la nada... En las
portadas de los periódicos salía Clemente, a punto de dar la lista para
el Mundial de Estados Unidos, y aquella maldita final. Pero a la noche,
en el telediario, todas aquellas cosas de resultados deportivos dejaron
de tener tanta importancia. Luis Ocaña se había suicidado. Un ciclista
que había visto en vídeos y del que me había hablado mi padre varias
veces. Ocaña, aquel que coincidió con Merckx y Tarangu; aquel que había
visto en blanco y negro, tirado en el suelo, llorando...; aquel que
soltó a Merckx "silba ahora que puedes; llegarán días en que no podrás
hacerlo; yo me encargaré de que esos días lleguen"; aquel cuyas
imágenes de distintas épocas llevaba asociadas a la voz de Pedro
González; aquel que había nacido en un pequeño pueblo de Cuenca y cuya
familia emigró a Francia huyendo de la pobreza. Había tantas cosas
alrededor de ese personaje que siempre lo he tenido como uno de mis
ídolos deportivos, a pesar de no haberlo visto nunca competir, y en
cuanto tuve ocasión quise hacer mi pequeño homenaje cicloturista y,
también, en la web, visitando Priego, ese rincón de Cuenca donde nació Luis Ocaña, el ciclista que se fue hoy hace 25 años.