Un ciclista nunca se rinde



Tras varias horas de viaje, llegamos a casa y volvemos a encontrarnos. Me mira a los ojos y con rostro de miedo me dice: "yo te pegué ese catarro que tienes ahora...". A esas horas no sabía si comerla a besos o abrazarla. Opté por las dos cosas, porque, a pesar de lo mucho que había sufrido, un ciclista nunca se rinde...

EL VIAJE
Cargado de ropa, de ilusión y con mi Bianchi, esta vez, no como en los últimos viajes, volvía a Pola para reunirme, casi un año después, con Jon y todos los amigos de Ziklo. No había pasado casi nada de tiempo, pero habían pasado ya muchas cosas. Por lo pronto, la revista ya no es la misma, pero la esencia, la gente sigue ahí, y eso es lo más importante.
Llueve en Asturias como si nunca lo hubiera hecho, pero tengo tantas ganas de pedalear, de disfrutar de estos días, que recorro los primeros kilómetros de este largo fin de semana. Me mojo al salir, al entrar, al hablar, al sonreir, al extrañarme, al pedalear... Ya venía con un extraño goteo en la nariz y las sensaciones me indicaban que me dirigía a una gripe. No suelo fallar en estos diagnósticos, y esta vez no fue para menos, pero tenía tantas ganas de que llegaran estos días... No podía ser que enfermara ahora. Ahora no, joder.

LA RUTA TROBANIELLO
La primera ruta era un "campo de minas", pero era lo que menos me preocupaba. Me notaba cada vez más extraño, respiraba mal y en la Cobertoria, bendita Cobertoria, creía que me recuperaría, pero fue el inicio del "vía crucis". ¡Qué mal se pasa cuando se está mal! Sudo muchísimo para alcanzar al grupo, pues he llegado tarde al punto de encuentro. Subo bloqueado, asfixiado (más de lo que este puerto suele asfixiar). Hasta que llego a la altura del desvío a Gamoniteiru, donde esperan todos los integrantes de la Escapada Shimano. Al fin respiro un poco... Pienso para mí que tras sufrir tanto en la subida mejoraré ya a lo largo del día, pero no, no fue así...











En Santa Marina tomamos dirección Ricabo para buscar el alto de Trobaniello, el "Finestre asturiano", el puerto de tierra, estrella de la ruta y, posiblemente, de la Escapada Shimano de este año. Suena el móvil y al otro lado Javier Guillén, el director de la Vuelta, que hace días me había comentado que nos acompañaría en parte de la ruta, en concreto, en el puerto de Trobaniello. No le asusta pedalear y reconocer esa ascensión de "sterrato" que muchos soñamos con ver en la carrera.







Agradezco subirlo en grupo, y hablando, pero mi gripe no me deja pedalear con comodidad, aunque sigo atribuyéndolo a la dureza de este inicio, con esos 35 kilómetros y 2000 metros de desnivel. No luce el puerto todo lo que hubiera deseado, pero la niebla nos respeta en la cima, por lo que se atisba parte de la grandeza de este coloso. La gente se queda maravillada de la belleza y de la dureza, sobre todo. Ese kilómetro asfaltado, a mitad de ascensión, marca a todos, incluso a Guillén. Realmente no lo podía creer: tras tantas ocasiones enviándole y leyendo respuestas suyas sobre el "sterrato" y allí estaba, en Trobaniello, nada más y nada menos.
El descenso, por el puerto Ventana, es frío, mucho, aunque algunos leves repechos y la mejora del tiempo en la segunda fase de la bajada nos favorece. Acompaño a Javier hasta Proaza, donde se despide hasta la tarde, donde nos veremos en la charla de ciclismo programada.






Pero la ruta continúa, y con mis socios de grupeta, David y Estrada, vamos en busca del grupo de la Escapada Shimano. En Tenebreo-Dosango tratamos de recortar distancias, pero a partir del pueblo de Tenebreo me bloqueo completamente y subo casi parado. Esa rampa tremenda del 20%, esos repechos posteriores para llegar a Dosango, van matándome poco a poco. Ya no veo a mis compañeros, ni rastro de Jon, o de Paco, o de las furgonetas de Eibar Motor. Nada. Nada de nada. Sólo mi respiración entrecortada, la mirada fija en el cuentakilómetros, al que le cuesta marcar los 6 km/h. Nadie en la cima de la subida... Pero bajo un kilómetro y se hace el reagrupamiento, por suerte para mí.
El cuarto del día es Llandellena, que hace años que no subo. Recuerdo que las primeras rampas son durísimas y que en el kilómetro inicial está lo peor... Pero da igual. Muchos en el grupo se van por la vía verde y suben el Padrún por la cara de Olloniego, pero opto, como muchos otros, por esta cara que tenía programada. El destrozamiento de piernas ya es importante y sigo sin recuperarme. No noto mejoría...


Un nuevo reagrupamiento, en la cima del Padrún, donde estamos rodeados de pequeñas ascensiones, de trampas, que voy comentando a Jon, servirá para pasar por Mieres y el valle del Caudal para ir hacia el último del día y Pola de Lena. Imposible. Sigo ahogado, bloqueado, asfixiado... Cuando llego a casa me duelen tanto las piernas que me cuesta recordar un día en el que lo hubiera pasado tan mal subiendo puertos.

LA CHARLA
Tras una ducha y quejarme amargamente del dolor, de la gripe, del temblor de piernas, me dispongo a acudir a la charla de ciclismo que habíamos programado para este día. Con Javier Guillén, Cristina Mendo, Javier Pascual y Jon Beunza, y presentada por Fernando Ramos. El programa de radio en el que colaboro se hacía en Pola y versaba, en esta ocasión, sobre dicha charla, cuyo enlace os dejo aquí, para que lo escuchéis:
Charla de ciclismo de Pola de Lena (parte 1, parte 2)







LA RUTA CUBILLA
Me levanto con malas sensaciones, con dolor de cabeza, con un día de lluvia y con el humor peor, porque veo que puede ser terrible ascendel el Cordal, el Angliru y el Gamoniteiru en estas condiciones. En casa me aconsejan volverme a la cama. "¿Dónde te vas a ir con esa cara? Anda, acuéstate y recupera..." Pero no, sigo a lo mío, sigo diciéndome que un ciclista nunca se rinde... Pero hablo con Jon por la mañana, quien me comenta que sería mejor cambiar Cubilla para hoy sábado. En mis condiciones, todo lo que no fuera ascender el Angliru, estaba bien, pensaba. Pero en mis condiciones, todo lo que no fuera tocar la bicicleta hubiera sido lo aconsejable ese día.



No desayuno nada, prácticamente, y eso hace mella en mis fuerzas, que se diluyen al paso de los kilómetros, y de los pueblos del valle del Huerna. La Cubilla es largo, larguísimo... Las buenas sensaciones de las otras ocasiones que lo había subido no aparecen por ningún lado. Ahora sólo hay dolor y, de nuevo, la respiración bloqueada. La niebla nos tapa la mitad de subida, desde Tuiza, e impide que podamos disfrutar del puerto más majestuoso de Asturias, el puerto cicloturista por antonomasia. Cuando llegamos a la cima la temperatura es de 2º, llueve y la niebla es aún más cerrada. Bajo con Jon el puerto, discutiendo de muchas ideas, pero el tiempo se va rápido, muy rápido... Ya en Campomanes reagrupamiento y replanteamiento de la ruta, pero yo ya he decidido: me voy para casa. Del resto, algunos se van para el hotel, otros continúan hacia Cuchu Puercu, acompañados por Marcelo y Luís. Lástima que el tiempo se vaya tan rápido y no nos permita disfrutar de alguna subida, pero habrá más, seguro.









Cuando me acuesto ese día no tengo ganas de nada: no quiero oir hablar de la bicicleta, ni de los puertos, ni de la Vuelta, ni de charlas, ni de clubs. Nadie apuesta a que el día siguiente esté coronando ni una mínima cuesta, ni que estaré montando en bici... Pero un ciclista nunca se rinde.



LA RUTA GAMONITEIRU
La última ruta giraba en torno al Angliru, pero mi idea era acompañar a los integrantes de la escapada Shimano al Cordal y continuar por Cuchu Puercu hacia Gamoniteiru... Pero vuelvo a llegar tarde.










Milagrosamente duermo como un bebé y me levanto mucho mejor. La meteorología acompaña esta vez, al fin, pero mi gripe sigue sin darme tregua. Aunque tras pasar los días anteriores no quiero dejar la oportunidad de ascender por vez primera este año el Gamoniteiru, mi puerto favorito, el coloso al que nunca llegará la competición... Tal vez sea mejor así, porque es un puerto a la altura de los gigantes del Tour, donde los protagonistas son las ascensiones, no las gentes que los coronan. El Gamoniteiru no tendrá vencedores y el premio será el puerto en sí, no la victoria sobre algún rival. El Gamoniteiru es puerto cicloturista únicamente. El Gamoniteiru volvió a regalarme el premio de no rendirme, como en junio del año pasado. Si tienes fe en lo que haces, este puerto te corona como rey de Asturias... pero para eso hay que subirlo en bicicleta.













Las imágenes hablan por sí solas. Gracias a Diego, a Luis, a Dani y a Nacho por acompañarme.

Pero, a pesar de todo lo que había disfrutado de todos los momentos de ciclismo a lo largo de este fin de semana, lo mejor no tuvo que ver con esto.. pero eso me lo guardo.
Un fuerte abrazo a tod@s.