39x28 ALTIMETRÍAS
Ruta Larrau
Era julio y yo, por aquella época, competía en juveniles. Recuerdo que teníamos la tele puesta en la cocina. Era en blanco y negro, y la solíamos poner a la hora de la comida en ocasiones. Aquel día veía como el Tour llegaria a Pamplona tras recorrer más de 260 kilómetros en el homenaje que la carrera le haría a Miguel Indurain, que, por aquel entonces, era el ídolo deportivo de mucha gente, y también el mío. Había ganado los cinco últimos Tours de Francia, pero esta vez el sexto se iba a resistir... Ya no habría más intentos. Era julio e Indurain y el resto debían afrontar el port de Larrau, que según los cronistas de la época era una de las ascensiones más duras de los Pirineos, si no la que más. Venía después de Soudet, de Marie Blanque, de Aubisque y de Soulor... Era julio y el colosal Larrau emprendió toda su ira contra el cuerpo, ya muy resentido de esfuerzos, de Miguel Indurain, quien pedaleaba a un ritmo que parecia excesivamente cansado. Como si el agotamiento producido por tantas batallas vencidas durante tantos años hubiera venido de golpe, como si el cansancio, finalmente, hubiera hecho acto de presencia. Erroymendi no llegaba nunca, era eterno, y el público, el de la cuneta y el de los televisores, tenía la misma sensación: estábamos viendo sus últimas pedaladas. La ira de Larrau, de un puerto mitad francés, mitad navarro, ironías de la vida, golpeaba con brutalidad al rey del Tour. No sé si fue necesario ese homenaje-trampa, porque es triste ver hundirse a tus héroes. Tal vez cuando se llega a esos extremos somos conscientes de lo mucho que han realizado, damos valor a lo logrado y a la grandeza que han alcanzado. Pasó con Indurain aquel día de julio, y, desgraciadamente, pasará también con los héroes de hoy: con los Contador, con los Valverde o los Nibali.
Y desde aquel día de julio de 1996, es decir, de hace veinte años, Larrau, en concreto, y el Pirineo Navarro resuenan en mi cabeza para decirme que tengo que visitarlos al menos una vez en la vida. Ese momento llegó, al fin, el 4 de mayo de 2016, cuando, por fin, pude rutear y subir uno de los puertos de mi vida...
Puse el despertador a las 7:30, pero me desperte hasta media hora antes. Estaba nervioso por rodar, al fin, por Navarra, por el Pirineo Navarro, por esos puertos que había visto cientos de veces en foto, en vídeo y a través de altimetrías. Desayuno y me preparo para, posiblemente, la ruta del año desde el punto de vista sentimental, que esto es cicloturismo y no sólo se vive de hacer más metros cada vez.
A las ocho y media de la mañana comienzo a dar pedales vestido con la equipación de mi página, con un maillot corto debajo y con una temperatura que poco a poco irá descendiendo a lo largo del valle, muy frío a esas horas. Hasta 2º C me llega a marcar el altímetro poco después, ya en pleno ascenso hacia el alto de Laza, y tras dejar atrás Isaba.
Bajada ciertamente espeluznante, brutal, de miedo, Bagargi E me deja una abrumadora sensación.
De forma agónica asciendo el último del día, el alto de Laza por la vertiente que había bajado por la mañana. Tengo que meter todo el desarrollo puesto que Artaburu y Larrau, en mayor medida, y el resto de ascensiones, me han dejado muy mermado, por decirlo suave. Agotamiento total y absoluto para culminar esta ruta, que me da un susto a pocos kilómetros de rematarla, cuando la bici empieza a meter un extraño ruido. No llegaré tranquilo a Urzainqui, con miedo a caerme, pero Larrau está en el saco, de eso no hay duda...
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Era julio y yo, por aquella época, competía en juveniles. Recuerdo que teníamos la tele puesta en la cocina. Era en blanco y negro, y la solíamos poner a la hora de la comida en ocasiones. Aquel día veía como el Tour llegaria a Pamplona tras recorrer más de 260 kilómetros en el homenaje que la carrera le haría a Miguel Indurain, que, por aquel entonces, era el ídolo deportivo de mucha gente, y también el mío. Había ganado los cinco últimos Tours de Francia, pero esta vez el sexto se iba a resistir... Ya no habría más intentos. Era julio e Indurain y el resto debían afrontar el port de Larrau, que según los cronistas de la época era una de las ascensiones más duras de los Pirineos, si no la que más. Venía después de Soudet, de Marie Blanque, de Aubisque y de Soulor... Era julio y el colosal Larrau emprendió toda su ira contra el cuerpo, ya muy resentido de esfuerzos, de Miguel Indurain, quien pedaleaba a un ritmo que parecia excesivamente cansado. Como si el agotamiento producido por tantas batallas vencidas durante tantos años hubiera venido de golpe, como si el cansancio, finalmente, hubiera hecho acto de presencia. Erroymendi no llegaba nunca, era eterno, y el público, el de la cuneta y el de los televisores, tenía la misma sensación: estábamos viendo sus últimas pedaladas. La ira de Larrau, de un puerto mitad francés, mitad navarro, ironías de la vida, golpeaba con brutalidad al rey del Tour. No sé si fue necesario ese homenaje-trampa, porque es triste ver hundirse a tus héroes. Tal vez cuando se llega a esos extremos somos conscientes de lo mucho que han realizado, damos valor a lo logrado y a la grandeza que han alcanzado. Pasó con Indurain aquel día de julio, y, desgraciadamente, pasará también con los héroes de hoy: con los Contador, con los Valverde o los Nibali.
Y desde aquel día de julio de 1996, es decir, de hace veinte años, Larrau, en concreto, y el Pirineo Navarro resuenan en mi cabeza para decirme que tengo que visitarlos al menos una vez en la vida. Ese momento llegó, al fin, el 4 de mayo de 2016, cuando, por fin, pude rutear y subir uno de los puertos de mi vida...
Puse el despertador a las 7:30, pero me desperte hasta media hora antes. Estaba nervioso por rodar, al fin, por Navarra, por el Pirineo Navarro, por esos puertos que había visto cientos de veces en foto, en vídeo y a través de altimetrías. Desayuno y me preparo para, posiblemente, la ruta del año desde el punto de vista sentimental, que esto es cicloturismo y no sólo se vive de hacer más metros cada vez.
A las ocho y media de la mañana comienzo a dar pedales vestido con la equipación de mi página, con un maillot corto debajo y con una temperatura que poco a poco irá descendiendo a lo largo del valle, muy frío a esas horas. Hasta 2º C me llega a marcar el altímetro poco después, ya en pleno ascenso hacia el alto de Laza, y tras dejar atrás Isaba.
Tras
pasar Ustarroz las pendientes se incrementan aún más (la tendencia
ascendente viene ya desde Urzainqui, mi lugar de partida) y entramos en
el puerto propiamente dicho, que corono con solvencia y con frío. Será
el primero de los ocho inicialmente previstos...
No
dejo de sacar fotos por este túnel de vegetación, una maravilla, sin
duda. Pero lo que más me llama la atención es la cantidad de mosquitos.
Ahora ya sé porque se le llama, también, la selva de Irati...
La
siguiente ascensión del día viene después de Ochagavía, localidad que
es el punto de partida de la Irati Extrem, que se disputa en el mes de
junio y que hace un recorrido similar al que afronto en esta ocasión.
Esta segunda subida es "un tres en uno", combinando Jaurrieta, Remendía
y Abaurrea Alta.
Tras
el descenso de Abaurrea Alta (bastante largo), alcanzo la localidad de
Aribe, aún a bastante buen ritmo, y tomo el desvío hacia Orbara y
Orbaitzeta, y el collado de Azpegi, que me servirá para pasar a Francia.
Fase
inicial suave, sencilla y que voy cubriendo "a plato" (llevo una media
aún bastante decente), el bloqueo se produce más adelante...
Tras
dejar Fábrica de Orbaitzeta la carretera se sumerge en el bosque y
alcanzará sus mayores cotas ya en la parte final de ascenso, abriéndose
completamente, como podéis ver en las imágenes. Y llegado al alto, una
pequeña bajada y un cruce... Giro a la derecha, fiándome del buen
asfalto que hay por esta vertiente y voy descendiendo, elogiando todo
lo que veo alrededor, hasta que, unos tres kilómetros más adelante,
alcanzo una cabaña...donde acaba la carretera. Jon me contara después
que he tomado el acceso a la Cueva de Arpea y que por aquí se hacían
ritos de brujería. Pero no vale la pena lamentarse, así que doy media
vuelta y voy calculando lo que me cuesta el error, en kilómetros,
en desnivel y en tiempo.
Tras
dar la vuelta alcanzo el cruce y, posteriormente, la carretera que va
del col de Arnostegi hacia el de Artáburu por el de Orgambide.
Carretera "botosa", pendientes realmente fuertes, zona muy boscosa,
bajo con dificultades este col de Orgambide...
El
primer punto caliente del día sera Artaburu, ascensión por la que he
optado para ir hacia Larrau. Por mi quiniela habían pasado
Burdinkurutzeta, Pierre St.Martin, Errozate o Issarbe, pero finalmente
me decanto por esta posibilidad. Una subida dura, con buenos
porcentajes, y con un rampón final de órdago, antes de llegar al desvio
hacia Errozate.
Artaburu, puerto durísimo, lo subo a buen ritmo (dentro de mis posibilidades), pero me deja la sensación de ser algo cercano al "infierno", una ascensión que me dejará tocado ya para el resto del dia...
Artaburu, puerto durísimo, lo subo a buen ritmo (dentro de mis posibilidades), pero me deja la sensación de ser algo cercano al "infierno", una ascensión que me dejará tocado ya para el resto del dia...
Tras
Artaburu llega el turno de una fase de toboganes, donde reinará el col
de Bagargi, tras Suarzi Lepoa, otro altillo mas, antes de los Chalets
de Irati. Pero Bagargi, por esta vertiente, me sorprende, yendo más a
tirones, combinando rampones con otras zonas más suaves. A esas alturas
de la "película" hay que tratar de salvar el dia como se pueda...
Bajada ciertamente espeluznante, brutal, de miedo, Bagargi E me deja una abrumadora sensación.
Y
viene el rey, el puerto que marcará la ruta de manera definitiva,
porque si el día estaba siendo duro, Larrau le pondra el sello
definitivo. Antes entro en el pueblo en busca de agua (llevaba varios
kilómetros sin nada) para afrontar el puerto con garantías.
Y
en Larrau sufro hasta límites insospechados. Me voy acordando de la
estupidez de cambiar el sillín y colocarlo "a ojo", quedándome algo más
alto en un principio. Tampoco había metido excesiva comida. "Joder,
tío, pareces nuevo."
Larrau es durante cuatro kilómetros el puerto más duro de Europa. Pocas veces he tenido la sensación de ver algo tan interminable como esos 4 kilómetros casi rectilíneos. Me había confiado más abajo, en la zona de herraduras, pero luego golpea, golpea y sigue golpeando. No sé si había abusado de desarrollo, pero lo único que me mantiene encima de la bicicleta son las matemáticas: las matemáticas de ir descontando la distancia cubierta.
Cuando alcanzo el col de Erroimendy, solo, me tiro en la hierba, junto al cartel, tiro la bici y grito de dolor: "¡¡¡Puto puerto!!!". Hasta ahí Larrau es un puerto a la altura de Cobertoria, de San Lorenzo, pero después ya es más. ¿A qué ascensión me recuerda? A una que había hecho cinco años atrás, a Ancares por Pando Zarco.
La parte final, con varias herraduras, acaban con las reservas de energía, con las escasísimas reservas que pudiera tener y finalizo el puerto más duro de Pirineos, el grandioso, colosal, interminable, tremendo, espectacular, brutal Larrau, el puerto que había soñado ascender durante demasiados años.
Larrau es durante cuatro kilómetros el puerto más duro de Europa. Pocas veces he tenido la sensación de ver algo tan interminable como esos 4 kilómetros casi rectilíneos. Me había confiado más abajo, en la zona de herraduras, pero luego golpea, golpea y sigue golpeando. No sé si había abusado de desarrollo, pero lo único que me mantiene encima de la bicicleta son las matemáticas: las matemáticas de ir descontando la distancia cubierta.
Cuando alcanzo el col de Erroimendy, solo, me tiro en la hierba, junto al cartel, tiro la bici y grito de dolor: "¡¡¡Puto puerto!!!". Hasta ahí Larrau es un puerto a la altura de Cobertoria, de San Lorenzo, pero después ya es más. ¿A qué ascensión me recuerda? A una que había hecho cinco años atrás, a Ancares por Pando Zarco.
La parte final, con varias herraduras, acaban con las reservas de energía, con las escasísimas reservas que pudiera tener y finalizo el puerto más duro de Pirineos, el grandioso, colosal, interminable, tremendo, espectacular, brutal Larrau, el puerto que había soñado ascender durante demasiados años.
No
encontraba el cartel, por ello, tras cruzar el túnel de la cima, decido
hacer esta fotografia que inmortalice mi paso, por primera vez, por
Larrau, desde ese momento, uno de mis puertos favoritos.
De forma agónica asciendo el último del día, el alto de Laza por la vertiente que había bajado por la mañana. Tengo que meter todo el desarrollo puesto que Artaburu y Larrau, en mayor medida, y el resto de ascensiones, me han dejado muy mermado, por decirlo suave. Agotamiento total y absoluto para culminar esta ruta, que me da un susto a pocos kilómetros de rematarla, cuando la bici empieza a meter un extraño ruido. No llegaré tranquilo a Urzainqui, con miedo a caerme, pero Larrau está en el saco, de eso no hay duda...
Doce horas después llegaba a Urzainqui. Concluía la ruta, una de las más duras que recuerdo...